sábado, 20 de octubre de 2007

Santorini



Mi siguiente parada fue Santorini, en griego Thira (no tengo alfabeto griego en el pc, pero así se pronuncia). Esta isla es preciosa, paradisiaca, con decirles que no me quería ir. Pero me fui, porque era muy cara y porque era pequeña. Esto último es contraproducente cuando se quieren ver el máximo de cosas distintas posible. Luego llegué a un lugar tan horrible (ya les contaré por qué) que lamenté haberme ido tan precipitadamente.



Molinos en el puerto de Oia

Estuve unos 3 días en Santorini. El primer día fui a ver la playa roja, un lugar de difícil acceso, cuya "arena" está llena de piedras, entre un montón de rocas. El agua es cristalina, pero es difícil pisar el suelo a causa de las piedras. Si hubiera caminado un poco más (aunque esto, por las características del terreno, sumado al hecho de que andaba con chalas) hubiese llegado a una playa sin rocas en donde habría podido nadar. Mi aventura en la playa roja finalizó cuando me sumergí en el agua, y una ola mediana me hizo perder el equilibrio. Me fui hacia atrás, y debo haberme acercado a algún bicho, quizas una medusa, o una pulga, que dejó una dolorosa marca roja en mi trasero. Esperé un momento a ver si era peligrosa o no, y como no tomara un color negro ni me sintiera mal, empecé a retornar en busca de una farmacia donde comprar un analgésico.

La playa roja de Akrotiri

Oh, sorpresa. Todas las farmacias estaban cerradas hasta las 5 de la tarde, algunas no abrían hasta las 6. Así que volví al hotel a beber agua y comer, a cambiarme de ropa, para continuar con mi aventura del día. La siguiente parada era Oia, un lugar donde te recomiendan insistentemente que vayas a ver la puesta de sol. Un momento antes de tomar la micro que me llevaría de Fira (el centro comercial de la isla) a Oia, compré una crema para las picadas que luego me aplicaría al momento de mi regreso (ya no me dolía tanto, pero era bastante molesto). La verdad es que el famoso atardecer era bastante bonito, no porque el sol se ponga en el mar, eso ya lo he visto desde diferentes latitudes en Chile, sino por el color que se imprime sobre los edificios blancos del puerto, que va cambiando a medida que avanza la hora.



Resulta impresionante la cantidad de turistas que acudimos en masa a ver el atardecer agolpándonos en las estrechas calles de Oia. El olor de los restoranes se deja sentir con fuerza, y al volver hacia la estación de autobuses es imposible no entrar en alguna de las numerosas tiendas de souvenirs. Me enamoré de unas muñecas de porcelana, que no compré porque un imán para el frigider allí es caro. Imagínense la muñeca. Una vez que atardeció, inmediatamente traté de volver, porque si de día me cuesta ubicarme, de noche sí que me complica. Por supuesto, me perdí, pero estuvo bien. Llegué cuando faltaba poco para que la micro fuera a recogernos. Aproveché de tomar algunas fotos nocturnas, y comprar algunos souvenirs.

Oia de noche

Luego regresé a Karterados, donde me estaba quedando, por una carretera oscura, por la que afortunadamente transita algo de gente. Debo reconocer que Santorini me pareció un lugar muy seguro, aunque de todas maneras me daba un poco de susto caminar de noche. Lo que más me asustaba era que para llegar al hotel debía transitar por calles muy estrechas y muy poco iluminadas, entre las casas. No podía evitar pensar que en cualquier momento alguien me iba a meter en una casa de un empujón y nadie lo notaría. Pero no podía evitar esa pasada de ninguna manera, así que caminé rapido, y llegué sana y salva.

Al día siguiente había contratado un tour por un volcán que es parque nacional, unas aguas termales y la isal de Tesalia. No me gustó, pero es el lugar de donde tomé mas fotografías. Creo que porque no tenía nada más que hacer.

He aquí el volcán, un montón de piedras negras en medio de un agua celeste intenso y rodeado de apisajes maravillosos que te hacen pensar "¿Por qué no estoy ahí ahora? Oh, que calor infernal"




En Thirassia, los burros bajando a buscar a losn turistas que no quisieron caminar al sol en subida durante 20 minutos (sí, yo caminé por ese sendero de piedra ida y vuelta) para llegar al puerto de Manolás.

No en Vano, en Santorini el símbolo turístico son los burros, ya que al ser una isla volcánica nueva es muy alta y escarpada, y tradicionalmente los burros han sido el medio de transporte más adecuado para ir del puerto al pueblo. Escuché de la boca de otro turista, que los burros también recogen la basura, ya que las calles en Santorini son muuuy estrechas, y otro vehículo no podría pasar (aunque sí pueden pasar motos y bicicletas, yo la verdad, en los tres días que estuve, no vi ningun burro recogiendo basura en Karterados). A decir verdad no pude constatar esta información.

Ese mismo día tuve la oportunidad de ver un atardecer precioso desde otro lugar en la isla. Junto a un lugar donde llegaban camiones (quizás de basura, por el olor), adivinarán que no eran grandes, había una bahía rocosa, desde la que se veía el horizonte oeste.



Tomen en cuenta que aquí no hay luz, no hay gente, ni ruido, ni olor a comida (tampoco a basura, el lugar estaba bastante más lejos), el agua es más tranquila y la posición par ver el atardecer es frontal. De acá sí se ve bonito el atardecer. Pero no te lo van a recmendar, es poco comercial.

El último día fui a la playa de Perissa, y luego almorcé en un restaurant. Sólo comí dos veces en un restaurant. En Santorini probé la ensalada griega (tomate, lechuga, queso feta, aceitunas, atún) y la sopa de tomate (cocido). Muy rico. Y el agua para nadar allí era realmente esquisita, muy tranquila y tibia como en Caldera.

No me deja subir más fotografías, así que tendré que mostrarlas en un próximo post.